sábado, 19 de noviembre de 2011

domingo, 11 de septiembre de 2011

Autorretrato de un joven artista en la posmodernidad: La tragedia de llamarse artista

Tal vez Rimbaud ha –por no decir me ha- creado el problema más grande de todos. ¿Cómo decidir ser un genio? En la vida del escritor existe una pregunta constante que, a mi parecer, es la más atormentadora de todas las cuestiones. ¿Quién sirve para este oficio?
Tras leer demasiados decálogos del escritor, entrevistas, reseñas y semblanzas, hubo un punto que me ha aterrorizado hasta la fecha. Palabras más, palabras menos, muchos afirman que “hay personas que no sirven para esto”. Por supuesto que esta cuestión, siendo la más macabra de todas, no te golpea al instante; se toma algunos meses –sino algunos años- para irse metiendo en la piel de aquel que ya ha escuchado o leído esto. Es entonces, con una taza café y a finales del verano, que decide sorprender, golpear o incluso fulminar al escritor.
No sé que tanto se trate de inseguridad del escritor como de terror infundado –aceptémoslo, los críticos son feroces- lo que sé, es que apenas aprendida esta duda, es sólo cuestión de tiempo, copas o estado de ánimo, para que nos aborde e intente destruir nuestro sueño creativo.
No conforme con la pregunta, no existe ningún organismo legal, social, metodológico, historiográfico e inclusive divino que pueda juzgar nuestro trabajo de manera unitaria y definitiva –lo siento por los que viven en el autoengaño y creen que sí- ulteriormente, uno se encuentra con la terrible verdad filosófica que trastoca nuestra vida profesional; en esto también estamos solos.
Porque nos convertimos en jueces de “esto que llamamos nuestra visión” y paradójicamente, así volvemos al problema fundamental. ¿Cómo decidir ser un genio? ¿Cómo juzgar el trabajo propio? La verdad angustiante de este callejón sin salida me ha robado largos ratos de paz. Parece que lo único que nos queda es la técnica –esto suena bastante horrible- y el azar –tantito peor-.
“No se engañe; no hay taller de creación literaria que pueda salvarlo, no hay parámetro que pueda calificarlo.” Esta es la voz que intercede por la de mis personajes para silenciarlos a todos y despegarme del hilo narrativo. También es la voz que quiere salir cuando veo algún afiche que promociona un taller, diplomado o curso.
Es más, incluso dominando el terreno de la técnica –que es esencialmente lo que plantean los cursos de creación literaria-, esto no lo salva ni de la critica, ni mucho menos de la cuestión existencial. Usted puede hacerse de mañas, atajos y artilugios para estructurar un texto de manera estética, pero la cuestión última del producto se figura así: “¿Es esto realmente arte?”, déjeme le adelanto que esa pregunta nunca lo va a dejar.
Es por esto que, la tragedia de llamarse artista, deviene de la mismísima construcción de aquella oración. ¡Vaya! de artistas solo tenemos el nombre, un nombre prestado, autoproclamado o infundado de manera sarcástica o inexperta. En todo caso, no es nuestro. 

miércoles, 31 de agosto de 2011

Autorretrato de un joven artista en la posmodernidad: El derecho a no pedir permiso

En mis viajes –siempre quise empezar así un relato- he visto manifestaciones que atrapan los sentidos; hermosas figuras, quimeras danzantes. He visto expresiones humanas al límite, mas no los límites mismos de la expresión. He sentido la opulencia y el pauperismo; también he sido un espectador de varias demostraciones, tanto artísticas como sociales –si es que existe tal diferencia-. Nada de ello me ha llamado tanto la atención como aquella vez que estuve en Berlín.
Muertos de hambre y sin dinero –de ahí que diga paupérrimo-, mi buen amigo Emilio y yo nos encontrábamos a mitad del verano al este de Berlín, disfrutábamos de unas cervezas gracias a lo poco que nos quedaba en los bolsillos. El sol se encontraba en su punto más alto y, siendo éste un lugar al aire libre, sus destellos, ráfagas y rayos estaban a punto de fulminarnos. Así que, dadas las condiciones, pensé que mi cerebro me jugaba una mala pasada al reproducir música que sólo yo podía oír. Después, Emilio comenzó a escucharla también y así mismo Geoffrey (primo de Emilio). Venía de afuera.
Al asomarnos por la puerta de bambú atendimos a un espectáculo variado en expresiones (música, danza, textos etc.) como en miembros de la sociedad civil. Una noche antes, mientras caminábamos por Warschauer Strasse vi una columna saturada de carteles que invitaba a unirse a una manifestación por las calles de Berlín; ésta era ella.
Decidimos unirnos, principalmente porque manejaban una buena fiesta. Con fervor de voyeurista, -esto es lo que es un periodista- saqué la cámara mecánica que me había regalado mi padre y tomé fotografías del hecho. Estaba maravillado, al crecer estuve en muchas manifestaciones en México y ahora, al estar en el extranjero, volvía a luchar por una causa; me sentí en casa. Lo más impresionante –y que registré con cierta nostalgia- fue no ver a los viejos –lo digo en el mejor sentido-, no ver a “los señores”, porque en México es común que, quién marcha, tiene entre treintaicinco y cuarenta años, sino es que más; esta vez había jóvenes de entre los veinte y los treinta. Un espectáculo maravilloso con una consigna simple: Recuperar las calles.
Al llegar a Rathaus Berlín –Un hermoso edificio rojo al estilo renacentista- los ánimos estaban por la nubes, así como el calor de las dos de la tarde; así y con la mirada conservadora de latinoamericano –y a su vez mexicano y a su vez poblano- vi como los marchistas se quitaban la ropa y entraban a la fuente que se encuentra al centro de la plaza. Emilio no vaciló en seguirlos y yo me quedé mirando un momento el espectáculo.
Encontré algo estremecedor en el hecho y después mis pensamientos fueron interrumpidos por Emilio que me sugería entrar a la fuente. Después de las sirenas, la marihuana, los golpeteos a tambores improvisados, el baile y la música, emprendimos la vuelta a casa. En el camino recordé lo que me incomodó, no eran las señoras de la alta burguesía que observaban aterrorizadas nuestro espectáculo de libertinaje, no era el padre de familia que tapaba los ojos de sus hijos ante nuestra protesta civil pacífica, era que la policía nos estaba cuidando. “Hasta en esto son organizados” pensé.
De vuelta en México y con los asesinatos, la droga, la impunidad y la absoluta crisis del sistema, me vi envuelto en más demostraciones públicas, en más protestas y marchas; me vi envuelto en el absoluto clima del terror y la solidaridad desprendida de él. Así, hoy recuerdo estos dos momentos separados por un solo año de diferencia y una pregunta surgió en mi ¿Por qué no pedir permiso? Pero debido a que en el lenguaje escrito no puede haber inflexión, desarrolle la pregunta en una declaración: “El derecho a no pedir permiso”.
 Primero, miré a los colegas en Egipto, después en España, en Chile, en Alemania (de nuevo) y a aquellos anónimos en Inglaterra. En el curso de sus acciones pude atisbar algo. Aquella chispa que hace a un movimiento, a una protesta o a una demostración una acción verdadera, es este derecho.
No pedir permiso asusta aquellos que detentan el poder. No pedir permiso es no ser hipócritas con la causa. No pedir permiso, en última instancia es no estar debajo del ala de aquello contra lo que se protesta. “Pour la rue” gritan los protestantes en la película de Bernardo Bertolucci The Dreamers; así me imagino que gritaron y que seguirán gritando los colegas de las manifestaciones verdaderas “¡Por las calles!” diremos algún día, sin ataduras, libres, sin pedir permiso.

lunes, 29 de agosto de 2011

Mirada: existencia, representación y experiencia estética

Soy aquél que me mira. Un enunciado particularmente existencial y metafísico. ¿Por qué miramos? ¿por qué el ojo se mueve tan independientemente de nuestra voluntad? ¿qué busca? El hecho de afirmar que el ojo busca algo, como si el espíritu se lo mandase, nos da cuenta de que la necesidad de mirar es una búsqueda por la existencia y el autorreconocimiento.
Cerrar los ojos es sentirnos perdidos. ¿Cómo sabríamos quienes somos sin saber quiénes son los demás? Ya Sartre aborda este problema en “La Nausea” en cuanto Antoine Roquentin no reconoce su propio rostro, no sabe juzgar por sí mismo si es feo o bello, sólo sabe lo que los demás le dicen. En este sentido juega un lugar muy importante la palabra representación. Ya los filósofos idealistas más destacados han esclarecido este concepto; en cuanto a las miradas, podemos decir que el ser humano no busca a el mundo, busca su lugar en el mundo; mejor dicho, se busca a el mismo.
Al admirar una obra de arte, se siente irresolublemente referido; impávido, por la cercanía que le tiene un objeto bidimensional y estático, siente una absoluta responsabilidad de preservarlo, reproducirlo (ya sea de manera gráfica, escrita u oral) o, en el caso opuesto, rechazarlo y destruirlo. A esta arrebatadora fuerza le llamamos experiencia estética.
La experiencia estética, dicho sea de paso, no se limita al campo de lo visual; encontramos muchas manifestaciones que nos pueden sugerir tales sensaciones y sentimientos, pero sólo en pocas de ellas nos encontramos tan aludidos como en el lenguaje visual ya que, a diferencia de otros lenguajes, el visual es la imagen por excelencia.
De los ojos, definitivamente les corresponde una sinestesia, como bien señalan Barthes y Costa. Con los ojos, el anhelo de tocar se vuelve condición propia de la mirada y a su vez, sentimos un roce y no sólo eso, sentimos punzadas, golpes y bofetadas. De esta manera, no es descabellado decir que cuando miramos buscamos un vinculo con la humanidad.

domingo, 28 de agosto de 2011

La Bestia


-¡Míranos a los ojos!-
Una lágrima que no consigue escapar,
La mejilla que le busca y brota en la espera.

-¿Por qué nos odias?-
Y el aliento se muere en cada sentencia.
Los dientes vibran desesperados.
El pecho que reverbera como metralla.

Una mirada, una antes de escapar.
El gesto de la huida, la duda.
El amor.

-¿Quién eres? ¿Quiénes son?-
Escucha nuestros lamentos,
Escucha.

-¡Míranos!-
Y di que no.

¡No!

jueves, 16 de junio de 2011

Luto

Luto by G. Miguel Vélez

Hemos compartido por días el proyecto “Una foto, una historia” y sin duda es un experimento creativo increíble y desafiante. Pero tenemos que aclarar que no podemos desconectar al arte y a la creatividad del mundo real. La siguiente historia es una que no puede ser contada, porque sí existen veces que una foto dice más que lo que uno puede expresar si es que a esta imagen se le entiende.
Esta fotografía titulada “Luto” es una de estas imágenes. Por sí misma pretende encerrar el contexto de violencia en el que nuestro país está sumergido; con todo el amor y la compasión por nuestros muertos, “Cuadernos de Poesía y Cuento” publica esta fotografía que, por sí misma, relata un momento en la historia, un momento de miles de historias.

Luto a photo by G. Miguel Vélez on Flickr.

lunes, 13 de junio de 2011

De cómo Emmanuel convenció a Sofía de limbarle la postia [con todo y laleca]

El absinthe hace añorar al corazón by G. Miguel Vélez

Y ahora damas y caballeros… un diálogo: [Comienza música Jazz, el contrabajo golpea con sus primeras notas el silencio]
**Entra Sofía por el lado derecho; lleva puesto un bikini blanco. Pone una toalla en la tierra, debajo del árbol, se sienta y toma el Sol.**
Sofía: Priesta la combardina que nos alobarta las masturias. ¿Cuál sería la tragracia que nos alejara de tal suerte? Y, si así fuera, ¿galorreríamos a buscarla? Yo no ninitiso, de ninguna manera, que una tragracia así no nos gopellara hasta los tiricuestos pero, siendo hoy la combardina tan perenne, no hay por qué hacernos irrefolladeses carasqueñas en la cajaimaginaria.
**Llega cayendo, desde la izquierda, Emmanuel. Sofía lo mira por un segundo y  después lo ignora. Él se limpia la tierra del pantalón; mira a ambos lados, silba un poco y después se presenta**
Emmanuel: Hola… [repique de platillo]
Sofía: [desaire desaprobatorio]
Emmanuel: Soy Emmanuel, ¿Cómo está?
Sofía: Lo siento, no papurrucheo con balurdos enasecantes como tú.
Emmanuel: Perdón, no la entendí señorita. [repique de platillo]
Sofía: Por lo menos ya encontraste el problema.
Emmanuel: [Cierra los ojos] Oiga… eso sí lo entendí; ya ve como puede hablar como persona normal.
Sofía: Sí quieres encontrarme no busques en lo normal.
Emmanuel: [Entrecierra los ojos, hace mueca de misterio] Usted se hace la interesante nada más.
Sofía: ¡Ya vete martucho prempesteroso! Me estas arruinando la fabia, disfrutaba de la priesta comdardina.
Emmanuel: ¿La priesta combardina? ¿Qué es eso?
Sofía: Combardina: Es la reverberación intramódica y patholúdica de una mañana que, sin duda, merece ser calificada, en grados de poco a muy priesta.
Emmanuel: y ¿priesta?
Sofía: ¿Acaso no sabes nada? Entonces ¿Qué maqhilavanas en aquella cajaimaginaria?
Emmanuel: [silencio]
Sofía: Eso pensé. Ahora, piérdete balurdo, me has aburrido ya suficiente.
**Emmanuel saca una botella de Absinthe y sirve dos copas**
Sofía: ¿Qué es aquello que sacas del lastral?
Emmanuel: Es absinthe, ¿Quieres?
Sofía: Si me va a hacer aguantarte, sí.
**Le sirve una copa al estilo francés**
[Abre música de Edith Piaf]
**Toman dos copas seguidas**
Emmanuel: Sabes, deberíamos de dejar éste pastracho e irnos a limbarnos, yo he sido reconocido por mi manera de limbar con laleca y todo. ¿qué te parece?
Sofía: [Con cara de incredulidad] No podrías limbarme la postia ni aunque lo intentaras… No lo dejaría pasar.
[Emmanuel hace una cara picara] [Suena tango]
Emmanuel: Habrá que hacer el intento.

**Emmanuel se le lanza y se besan…**
Moraleja [Aunque no sea moral]: El Absinthe hace añorar al corazón [cualquier corazón]… y no hay amores imposibles… y no hay finales felices [Este es un final feliz]… y Se acabó. No… ahora sí. Fin.

El absinthe hace añorar al corazón a photo by G. Miguel Vélez on Flickr.

viernes, 10 de junio de 2011

El átomo y su estructura

Geometría Natural by G. Miguel Vélez

Séptimo, que ya tantas veces le había dado de vueltas a la discusión sobre el caos en el universo, aprendió una mañana de octubre que todo lo existente estaba cuidadosamente estructurado. Pero no estamos hablando de un orden arbitrariamente casual en la composición de la cosa, sino de un refinado y muy lógico sistema geométrico que comienza desde lo que Aristóteles llamó el “átomo”. El átomo, como Séptimo bien aprendió en su niñez, deriva de la palabra latina atomum; una derivación posterior del griego ἄτομον; ambas palabras significando “Sin partes”. Es decir: describe un objeto incapaz de ser categorizado fuera de su unidad. Desde el átomo se estructura una cadena geométrica que, en última instancia, provee de figura al objeto.
Séptimo pudo ver con claridad microscópica, como si sus ojos tuviesen lentes que se superponían a voluntad. Descubrió que al romper un objeto geométricamente perfecto, como una baldosa hexagonal, los pedazos restantes se separarían haciendo una figura exactamente proporcional; así como la nieve que, a pesar de ser única, su estructura interna revela una consistencia geométrica perfecta.
De un momento a otro, del caos y el azar del mundo desencantado del siglo XXI pasó a la certeza y precisión del universo cognoscible. Había tanta certeza de que todas las cosas eran la misma, de que todas las cosas estaban exactamente donde debían de estar, que su espíritu se aburrió y lo hizo caer de espaldas bajo el árbol de su jardín.
Antes de perder la vida, tuvo la realización de que el mundo no se había desnudado ante sus ojos, sino que su alma se había aburrido de encontrar su divino secreto y así, recostado, observo al Sol descomponerse a través de las perennes hojas del pirul; aquella imagen fue hermosa y casi por un momento pensó que sobreviviría. 

Geometría Natural a photo by G. Miguel Vélez on Flickr.

jueves, 9 de junio de 2011

Clarisa

I'm a spy in the house of love by G. Miguel Vélez

Primera parte: Nacimiento
Yo también nací. Tuve un creador, alguien que un día me creó desde la materia más inerte. De sus manos me diseñó para arrojarme en el mundo; desnuda y desprotegida vine llegué. Al principio no me entendía, era como si fuera una masa caliente de partes inverosímiles, pero era libre.
Después tuve figura. Pasé de “eso” o “partes” a una de “ellas” y, aunque era menos libre, descubrí la comunidad con mis hermanas. El creador nos quería mucho a todas; a pesar de provenir de la misma fuente, Él siempre nos llamó únicas, “Son lo último, una revolución” decía mientras intentaba encontrarnos un almacén.
Segunda parte: Juventud
“Les falta vida” dijo uno de ellos. El creador se enojó mucho y protestó contra la mirada tan estrecha de aquél, dio la vuelta y nos fuimos indignados a casa. Pero esta situación se repetía, “Ustedes no son visionarios, no saben nada”; después, cuando la situación se fue poniendo más dura, el creador les imploraba por que por lo menos una de nosotras se quedara.
Finalmente, Él tuvo una idea. Como no quería que algún tonto lo hiciera, decidió hacerlo él mismo. Buscó mucho, leía revistas de moda y hacía dibujos en su libreta. Terminó por hacer treinta y dos dibujos a cada uno le puso nombre y firma. A mí me llamó Clarisa.
Me cantaba canciones mientras pintaba mis labios de un rojo purpúreo, como las ciruelas, y delineaba cada cabello con dulzura. Me definí para siempre. Clarisa, complexión delgada, estatura de un metro setenta, cabello castaño y corto, labios rojos y ojos miel.
Tercera parte: Adultez
Aún recuerdo el día que me dejó en el almacén. Besó mi mejilla y se fue. Yo me sentía vacía, como si no pesara nada; regresaba a mi estado original de descomposición y, sin embargo, seguía ahí. No pude evitarlo, me quedé parada, estática viendo como se iba.
Desde entonces he tenido muchos nombres, algunos acomodadores y jefes de compras me han puesto como se les da la gana, otros me ignoraron por completo.  Pasé años mirando a la calle, a través de una vitrina, esperando a que regresara, nunca lo hizo.
El momento decisivo fue cuando cerraron el almacén. Para entonces había perdido las esperanzas y, como si nada, volví al principio. Desnuda y desorientada; desarticulada en partes inverosímiles me llevaron a un mercado de pulgas, ahí me enteré de que más de uno conocía al creador y que había muerto, al parecer era un artista famoso.
Finalmente, una coleccionista de arte y diseñadora de modas me llevó consigo, afirmaba ser gran admiradora de Él y no quería perderse una de sus últimas creaciones existentes. Cuando llegamos a su estudio en el centro, me vistió, me saludó y dijo:
 -Hola, me llamo Clarisa, tu debes ser Clarisa ¿No es cierto? Qué gusto es tenerte en casa de nuevo. Rafael, tu diseñador me habló mucho de ti. Me dijo que el parecido era increíble y ¡Vaya que lo es! Yo era así cuando tenía veinte años. Ahora ya estoy vieja, pero te conseguí por vanidad y por el bello recuerdo de un amigo.-
¿Clarisa? Pregunté pero nadie me escucho. Solté una lagrima, pero ella no la notó. No era tan especial para Él… para Rafael. Sólo era una recuerdo de alguien a quién sí amaba.
Ahora miro por la ventana como en los días que vivía en el almacén, esperando a que se deshagan de mi o a que me quiebre para siempre; recordando que siempre he sido un objeto. 

I'm a spy in the house of love a photo by G. Miguel Vélez on Flickr.

miércoles, 8 de junio de 2011

Dueño de la noche

Noche de fiesta

He visto el lugar llenarse todas las noches, compartir los roces de brazos que se tambalean al ritmo de la música, mi música. Soy el alma invisible que anima esta posada que oscila entre la oscuridad y el púrpura del celofán en los focos.
Tomo una cerveza y miro los cuerpos danzantes; los rituales que permiten a los desconocidos admirarse; los meseros que, como yo, invisibles mueven los hilos de una trama que no es nuestra. Sigo dando pequeños sorbos, subo los tonos y reviento las bocinas mientras, al momento en que el día languidece y la noche se ha apoderado de los corazones, todos se unen en una emoción que se desparrama en carcajadas, llantos y uno que otro brindis.
Es increíble mi poder, es increíble mi invisibilidad. Aunque bien podría sustituirme un reproductor de música, soy necesario porque creo exquisitas mezclas, soy necesario porque mi alma vibra como los tambores, soy necesario porque soy el verdadero dueño de la noche. 

Noche de fiesta a photo by G. Miguel Vélez on Flickr.

martes, 7 de junio de 2011

La espera

Espera by G. Miguel Vélez

Hoy es el día…
Todos los días abría la pastelería a las ocho. Nunca pasaba nada aquí, nada interesante por lo menos. Los clientes llegaban alrededor de las doce y siempre pedían café; entonces corría porque nunca lo tenía listo. Pero eso que era descuido pasó a ser costumbre y ahora es mi pequeño secreto, mi método de tortura invisible.
Me encanta verlos temblar de ansias por la dosis que calmará sus pálidas y ojerosas caras. Como los adictos a la heroína, frotan sus manos y hacen saltar las piernas imaginando la humeante taza que les reavive la conciencia. Yo soy el guardián, me pregunto qué pasaría sí los dejara esperar hasta el delirio.
Muchos de ellos son regulares, esta pequeña pastelería no atrae a clientela irregular, esos prefieren irse a beber a las grandes cadenas, pero los regulares vienen a diario o cada dos días. Algunas veces me divierto pensando ¿Qué pasaría si cerrara repentinamente? ¿Qué tan perdidos se sentirían?
Hoy es el día… sólo hay un cliente sentado en la barra... perfecto, es un regular. Ignacio Ramírez Caballero, ¿Por qué los clientes regulares siempre dicen sus nombres y cuentan sus historias?.. a vece me enerva, no aguanto el parloteo casual. Pero hoy es diferente, hoy Ignacio Ramírez Caballero es el nombre de mi victima… mi primer victima.
Míralo, ahí mandando un mensaje en su teléfono celular, simula estar tranquilo y casual, como si no buscara su dosis; los pedazos de piel grisácea en la curvatura de sus cuencas dicen lo contrario, me hablan y dicen “Tenemos sueño, danos café”. No se lo imagina, no se imagina que no se lo daré nunca.
-Un café por favor- Excelente, empieza a maquinarse la trama –Enseguida, ¿Algo más?- Estúpido error, si pide algo más mi plan no podrá efectuarse de la misma manera, los pasteles están sobre la barra, no tengo excusa para no servirle –No gracias, así está bien- Perfecto.
Han pasado quince minutos. Sus ojos empiezan a estallar del rojo sanguíneo que trae consigo el sueño y el cansancio; ahí esta el tamborileo ¡Oh! Y el movimiento de piernas también. Esto está funcionando a la perfección.
Veinte minutos, se le ve molesto  -Sabes, mejor dámelo para llevar o se me va a hacer tarde para el trabajo- Ingenuo –Sí enseguida sale, disculpa la tardanza- Veintiún minutos, el tiempo está a mi favor.
Treinta, dame treinta y mira cómo se desploma. ¡Sí! Lo he conseguido, se arrastra por los suelos y grita –¡Mi café viejo! ¿dónde está?- no puedo creerlo he logrado una obra maestra. El éxtasis me llena las sienes al ver su desesperación, sí así retuércete… destrúyete en el piso de parquet,  junto a mis hermosas flores.
Un sonido metálico despierta el embelesamiento de mis ojos y fija la alerta de mi conciencia. Hoy es el día… sólo hay un cliente sentado en la barra y no se imagina a dónde me han llevado mis sueños. 

Espera a photo by G. Miguel Vélez on Flickr.

Olvido

Se suponía que ayer debía de tomar la primera foto y contar la primera historia... lo olvidé.

Una foto, una historia

"Una foto, una historia" es una nueva dinámica que utilizaré este mes. Todos los días se publicará un cuento inspirado en una fotografía; esto, por supuesto, tiene tres objetivos:

El primero es ejercitar el músculo creativo.
El segundo es que, ustedes lectores, puedan disfrutar de una pieza literaria al día.
Y el tercero, es parte de un trabajo para mi clase de guionismo, así que me mantendrá a salvo de reprobar.

Sin más que agregar, disfruten.

sábado, 7 de mayo de 2011

Porque no estoy muerto


No estoy agonizando,
No estoy en una cama agonizando.

No estoy muerto,
No estoy encajonado y muerto.

No estoy agonizando,
No estoy muerto,
Pero estoy llorando.

Mi hermano no está muerto.
No está agonizante ni muerto.

-Tú también eras mi hermano-

Así que pregunto
¿Dónde está mi hermano?
¿Dónde está, dónde lo han dejado?

-Pero tú también eras mi hermano-

Así, sigo preguntando,
¿Dónde están mis hermanos?
¿Dónde están, dónde los han dejado?

Y seguiré preguntando,
Siempre seguiré preguntando,
Porque no estoy muerto,
Porque no estoy agonizando.

-Porque estoy llorando-

Porque no estoy muerto
Porque no estoy agonizando
Pero ustedes, siempre ustedes,
Mis hermanos seguirán siendo.

jueves, 5 de mayo de 2011

¿Quién se ha robado mis letras?: El tráfico cultural al que se enfrentan los jóvenes escritores en Puebla

Poco después de acabar su libro, Luis Emilio López Maytorena me contactó para saber mi opinión. Recibí un paquete digital con exactamente ciento cuarenta y un cuartillas. Después de digerir la obra inédita, no pude evitar pensar –Tiene veinte años-. La cuestión no era la edad, sino que entre más lo pensaba, más evidente percibía un vacío generacional en las letras poblanas. Tenía que hacer la pregunta, tenía que hacerla ¿Dónde están los escritores poblanos?

Tuve que hablar con él para que me ayudara a desentrañar el problema. Llegué a casa, preparé un café y me senté a observar la pantalla. Después de unos minutos recibí una metálica video-llamada desde Berlín Alemania, dónde López Maytorena cursa sus estudios de Filología Española y Filosofía. Terminados los acostumbrados saludos y sin pensarlo más, lancé la pregunta.
La escena de las letras
-¿Dónde están los escritores poblanos?
-Pues, yo no conozco muchos o, por lo menos, muchos que me parezca que se lo tomen con suficiente seriedad. Hay algunos naturalmente, entre los cuales me considero, pero más allá de eso valdría la pena hacer una escisión y decir “me lo imagino”. Me imagino que en los grupos más elevados, en edad también, deben de existir; Palou, Jorge Márquez Murad…Digo no es que sean lo mismo. Ahora, podemos hablar de ¿Dónde están los escritores jóvenes? Supongo que están haciéndose todavía.- Me decía López Maytorena con cierta esperanza de que la última sentencia “Haciéndose todavía” fuera cierta.

martes, 5 de abril de 2011

¡Estrenamos diseño! (otra vez)


Autorretrato de un joven artista en la posmodernidad: “Para acabar de una vez por todas con la cultura”

 “¿Es el arte el espejo de la vida, o qué?”
(Woody Allen, Para acabar de una vez por todas con la cultura)

Estaba decidido a pedir trabajo esta semana –ya saben, uno no vive de escribir sus opiniones, por más constructivas que estas sean-, cuando se atravesó la duda de todo aquel que quiere trabajar de profesor y no se atreve a confesar “¿Seré capaz de dar clases?”.
Por supuesto, esto me llevó a otros lares de la vagancia intelectual; nunca encontré una respuesta sólida. Irresoluto mi problema, acudí a María Eugenia –colega y amiga- para preguntarle sobre la “apertura” de las dueñas ante un tallerista joven como yo. María me explicó la dificultad primordial de pedir trabajo con ellas –Cobran una cuota mensual- dijo, claro –y ya herido mi orgullo ante mi poca determinación de si soy un tallerista bueno o no-, me ofusqué y envilecí la mirada.
Entonces, ante la impavidez sobre mi exaltación, decidí explicarle a María lo que se necesita para “ser escritor”:

lunes, 4 de abril de 2011

Sólo de las palabras soy prisionero



Tal vez las palabras sí son un horizonte,
Uno que nos impulsa a caminar hacia delante
Por lo inasequible que es, ¿son?.

Tal vez las palabras sí son un rio de Heráclito,
Y su torrente de fuerza vital y remolino,
De anhelo y desembocadura, les hace cambiar de sentido.

Tal vez las palabras sí tienen una frágil frontera,
Aquella que destruyen al contacto con el pensamiento,
Aquella que, en su reflexión, las vuelve filosofía.

Tal vez sí existe libertad bajo palabra,
Es posible que “poder” y “control” sean insuficientes.
Hay palabras que, expresadas, se vuelven contra sí mismas.

Tal vez sí exista una palabra encarnada,
La que nos define más allá de los limites,
Una que también es capaz de destruirnos.

Tal vez haya palabras para todas las cosas,
Tal vez haya palabras para todos los sentimientos,
Hoy me levanto y veo que sólo de las palabras soy prisionero.

Poetas rusos: Voces después de la caída


-A “La libertad” se le puede sacar de las comillas.
A Rusia se le puede meter entre comillas.-
(Ian Satunovsky)

 Jueves 31 de marzo, siete de la noche.
Entre un sofocante calor, comenzó la presentación del libro “Otoño desnudo: Poesía rusa no oficial de la segunda mitad del siglo XX” en el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego”. A pesar de la implacable temperatura, el público sintió el aire –dijeron algunos siberiano- de la poesía rusa recorrer sus espinas.
“Hice una cama de nieve,” (Arseni Tarkovski)
-Un libro de  nuestra querida Ludmila- comentaba el director del instituto Agustín Grajales Porras, mientras la concurrencia tomaba fotografías para la posteridad. Después, entre aplausos, María Luisa Martínez de “La Cabra ediciones” comentaba la épica empresa de los poetas clandestinos rusos, la épica labor del Samizdat. –Los autores censurados, perseguidos, imprimían sus libros a mano y eran pasados de mano a mano entre los escritores del círculo literario-. En ese momento fuimos comunidad, nosotros congregados, nosotros en una conjura, develando la poesía secreta, la poesía prohibida, poesía sujeta a escrutinio, un escrutinio presente en Rusia desde el siglo XV.
Inocencio Reyes Ruíz, colaborador de la revista “Letras Libres” –verdaderamente ad hoc-  nos decía entre anécdotas y reflexiones que parte de esta poesía fue rescatada de los archivos de la KGB -No todo se perdió, no todo está perdido. Otoño desnudo es la reunión  de los poetas que pensaron por su cuenta, resistiendo esquemas; decretos oficiales; destierros; insultos; cárceles y muerte. Sabían que el poeta no se lleva bien con su tiempo, cualquiera que este sea, y no hay cárcel o destierro peor para el poeta ruso que el silencio, el silencio forzado-.
“en nuestro país
tenemos de todo
pero la riqueza mayor
son las personas

son ellas
sin embargo
quienes faltan” (Iván Ajmétiev)

Jorge Bustamante García, reafirmaba su opinión expresada en la contraportada del libro –Los treinta y seis poetas seleccionados y traducidos esmeradamente y amorosamente en este libro por Ludmila Biriukova son, a mi parecer, representativos del vasto y variadísimo panorama de la poesía rusa no oficial.-  Puede ser verdad, podría sorprender que de entre dos mil autores conocidos después de la caída de la Unión Soviética, estos treinta y seis reflejen, no sólo la poesía rusa no oficial, sino el espíritu de la escritura rusa.
“Me asomé a mi ventana por la noche

Y me di cuenta
que no estaba ahí

Entonces comprendí
que puedo no existir" (Vladimir Búrich)

Finalmente, Ludmila Biriukova dio unas breves palabras de agradecimiento y dio lectura a algunos poemas en ruso. El aire taciturno de aquel idioma, tan lejano en fonemas como en signos, acompañado de la suave voz de ella, tan suave que parecía nerviosismo; tal vez eso signifique la poesía rusa, la soledad y el desconsuelo.
“Camino en el tumulto del mundo,
Voy hacia un línea insondable.
Y por encima de mí el púrpura de las estrellas,
Al lanzarlas, alguien las hizo girar.

El confort terrenal es lluvioso y melancólico,
Y bajo la ventana el aullido del perro.
¡¿Acaso soy parte
Del gran enigma del universo?!" (Evgeni Kropivnitski)

domingo, 27 de marzo de 2011

Otros cuerpos


Mira mi cuerpo como se desliza,*
Mira mis manos chocando con ardor sus espaldas.**
Con los ojos que tañen abiertos,***
Tienes citaras por cabellos.

-Tócame ángel incendiario-, *
-Tócame hasta desmenuzarme-.**
Que no nos encuentren las melodías,***
Porque aún hay cantos de esperanza.

jueves, 24 de marzo de 2011

Donde quedó la paz


-¡Aullido!- Sombra de la mañana,
-¡Aullido!- Comienza la tormenta,
-¡Aullido!- Todos están muertos.

Estruendos de música sanguínea,
Aves metálicas que repiten su sonido poroso.
Los fusiles o las batutas.

Primero vino el viento y la brisa del mar,
El crujido del primer paso y la bomba.
La espera.

El sudor en las sienes del soldado,
La lágrima, un devenir en los ojos –muerte-,
Un segundo, de segundos infinitamente construido.

La historia, el mundo.
¿Por qué tantas flores como cañones?
¿Por qué tanta sangre como palabras?

El aullido y el llanto,
Las madres, los niños, los amantes.
Todo se detuvo donde quedó la paz