martes, 5 de abril de 2011

¡Estrenamos diseño! (otra vez)


Autorretrato de un joven artista en la posmodernidad: “Para acabar de una vez por todas con la cultura”

 “¿Es el arte el espejo de la vida, o qué?”
(Woody Allen, Para acabar de una vez por todas con la cultura)

Estaba decidido a pedir trabajo esta semana –ya saben, uno no vive de escribir sus opiniones, por más constructivas que estas sean-, cuando se atravesó la duda de todo aquel que quiere trabajar de profesor y no se atreve a confesar “¿Seré capaz de dar clases?”.
Por supuesto, esto me llevó a otros lares de la vagancia intelectual; nunca encontré una respuesta sólida. Irresoluto mi problema, acudí a María Eugenia –colega y amiga- para preguntarle sobre la “apertura” de las dueñas ante un tallerista joven como yo. María me explicó la dificultad primordial de pedir trabajo con ellas –Cobran una cuota mensual- dijo, claro –y ya herido mi orgullo ante mi poca determinación de si soy un tallerista bueno o no-, me ofusqué y envilecí la mirada.
Entonces, ante la impavidez sobre mi exaltación, decidí explicarle a María lo que se necesita para “ser escritor”:

lunes, 4 de abril de 2011

Sólo de las palabras soy prisionero



Tal vez las palabras sí son un horizonte,
Uno que nos impulsa a caminar hacia delante
Por lo inasequible que es, ¿son?.

Tal vez las palabras sí son un rio de Heráclito,
Y su torrente de fuerza vital y remolino,
De anhelo y desembocadura, les hace cambiar de sentido.

Tal vez las palabras sí tienen una frágil frontera,
Aquella que destruyen al contacto con el pensamiento,
Aquella que, en su reflexión, las vuelve filosofía.

Tal vez sí existe libertad bajo palabra,
Es posible que “poder” y “control” sean insuficientes.
Hay palabras que, expresadas, se vuelven contra sí mismas.

Tal vez sí exista una palabra encarnada,
La que nos define más allá de los limites,
Una que también es capaz de destruirnos.

Tal vez haya palabras para todas las cosas,
Tal vez haya palabras para todos los sentimientos,
Hoy me levanto y veo que sólo de las palabras soy prisionero.

Poetas rusos: Voces después de la caída


-A “La libertad” se le puede sacar de las comillas.
A Rusia se le puede meter entre comillas.-
(Ian Satunovsky)

 Jueves 31 de marzo, siete de la noche.
Entre un sofocante calor, comenzó la presentación del libro “Otoño desnudo: Poesía rusa no oficial de la segunda mitad del siglo XX” en el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego”. A pesar de la implacable temperatura, el público sintió el aire –dijeron algunos siberiano- de la poesía rusa recorrer sus espinas.
“Hice una cama de nieve,” (Arseni Tarkovski)
-Un libro de  nuestra querida Ludmila- comentaba el director del instituto Agustín Grajales Porras, mientras la concurrencia tomaba fotografías para la posteridad. Después, entre aplausos, María Luisa Martínez de “La Cabra ediciones” comentaba la épica empresa de los poetas clandestinos rusos, la épica labor del Samizdat. –Los autores censurados, perseguidos, imprimían sus libros a mano y eran pasados de mano a mano entre los escritores del círculo literario-. En ese momento fuimos comunidad, nosotros congregados, nosotros en una conjura, develando la poesía secreta, la poesía prohibida, poesía sujeta a escrutinio, un escrutinio presente en Rusia desde el siglo XV.
Inocencio Reyes Ruíz, colaborador de la revista “Letras Libres” –verdaderamente ad hoc-  nos decía entre anécdotas y reflexiones que parte de esta poesía fue rescatada de los archivos de la KGB -No todo se perdió, no todo está perdido. Otoño desnudo es la reunión  de los poetas que pensaron por su cuenta, resistiendo esquemas; decretos oficiales; destierros; insultos; cárceles y muerte. Sabían que el poeta no se lleva bien con su tiempo, cualquiera que este sea, y no hay cárcel o destierro peor para el poeta ruso que el silencio, el silencio forzado-.
“en nuestro país
tenemos de todo
pero la riqueza mayor
son las personas

son ellas
sin embargo
quienes faltan” (Iván Ajmétiev)

Jorge Bustamante García, reafirmaba su opinión expresada en la contraportada del libro –Los treinta y seis poetas seleccionados y traducidos esmeradamente y amorosamente en este libro por Ludmila Biriukova son, a mi parecer, representativos del vasto y variadísimo panorama de la poesía rusa no oficial.-  Puede ser verdad, podría sorprender que de entre dos mil autores conocidos después de la caída de la Unión Soviética, estos treinta y seis reflejen, no sólo la poesía rusa no oficial, sino el espíritu de la escritura rusa.
“Me asomé a mi ventana por la noche

Y me di cuenta
que no estaba ahí

Entonces comprendí
que puedo no existir" (Vladimir Búrich)

Finalmente, Ludmila Biriukova dio unas breves palabras de agradecimiento y dio lectura a algunos poemas en ruso. El aire taciturno de aquel idioma, tan lejano en fonemas como en signos, acompañado de la suave voz de ella, tan suave que parecía nerviosismo; tal vez eso signifique la poesía rusa, la soledad y el desconsuelo.
“Camino en el tumulto del mundo,
Voy hacia un línea insondable.
Y por encima de mí el púrpura de las estrellas,
Al lanzarlas, alguien las hizo girar.

El confort terrenal es lluvioso y melancólico,
Y bajo la ventana el aullido del perro.
¡¿Acaso soy parte
Del gran enigma del universo?!" (Evgeni Kropivnitski)