martes, 7 de junio de 2011

La espera

Espera by G. Miguel Vélez

Hoy es el día…
Todos los días abría la pastelería a las ocho. Nunca pasaba nada aquí, nada interesante por lo menos. Los clientes llegaban alrededor de las doce y siempre pedían café; entonces corría porque nunca lo tenía listo. Pero eso que era descuido pasó a ser costumbre y ahora es mi pequeño secreto, mi método de tortura invisible.
Me encanta verlos temblar de ansias por la dosis que calmará sus pálidas y ojerosas caras. Como los adictos a la heroína, frotan sus manos y hacen saltar las piernas imaginando la humeante taza que les reavive la conciencia. Yo soy el guardián, me pregunto qué pasaría sí los dejara esperar hasta el delirio.
Muchos de ellos son regulares, esta pequeña pastelería no atrae a clientela irregular, esos prefieren irse a beber a las grandes cadenas, pero los regulares vienen a diario o cada dos días. Algunas veces me divierto pensando ¿Qué pasaría si cerrara repentinamente? ¿Qué tan perdidos se sentirían?
Hoy es el día… sólo hay un cliente sentado en la barra... perfecto, es un regular. Ignacio Ramírez Caballero, ¿Por qué los clientes regulares siempre dicen sus nombres y cuentan sus historias?.. a vece me enerva, no aguanto el parloteo casual. Pero hoy es diferente, hoy Ignacio Ramírez Caballero es el nombre de mi victima… mi primer victima.
Míralo, ahí mandando un mensaje en su teléfono celular, simula estar tranquilo y casual, como si no buscara su dosis; los pedazos de piel grisácea en la curvatura de sus cuencas dicen lo contrario, me hablan y dicen “Tenemos sueño, danos café”. No se lo imagina, no se imagina que no se lo daré nunca.
-Un café por favor- Excelente, empieza a maquinarse la trama –Enseguida, ¿Algo más?- Estúpido error, si pide algo más mi plan no podrá efectuarse de la misma manera, los pasteles están sobre la barra, no tengo excusa para no servirle –No gracias, así está bien- Perfecto.
Han pasado quince minutos. Sus ojos empiezan a estallar del rojo sanguíneo que trae consigo el sueño y el cansancio; ahí esta el tamborileo ¡Oh! Y el movimiento de piernas también. Esto está funcionando a la perfección.
Veinte minutos, se le ve molesto  -Sabes, mejor dámelo para llevar o se me va a hacer tarde para el trabajo- Ingenuo –Sí enseguida sale, disculpa la tardanza- Veintiún minutos, el tiempo está a mi favor.
Treinta, dame treinta y mira cómo se desploma. ¡Sí! Lo he conseguido, se arrastra por los suelos y grita –¡Mi café viejo! ¿dónde está?- no puedo creerlo he logrado una obra maestra. El éxtasis me llena las sienes al ver su desesperación, sí así retuércete… destrúyete en el piso de parquet,  junto a mis hermosas flores.
Un sonido metálico despierta el embelesamiento de mis ojos y fija la alerta de mi conciencia. Hoy es el día… sólo hay un cliente sentado en la barra y no se imagina a dónde me han llevado mis sueños. 

Espera a photo by G. Miguel Vélez on Flickr.

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