jueves, 9 de junio de 2011

Clarisa

I'm a spy in the house of love by G. Miguel Vélez

Primera parte: Nacimiento
Yo también nací. Tuve un creador, alguien que un día me creó desde la materia más inerte. De sus manos me diseñó para arrojarme en el mundo; desnuda y desprotegida vine llegué. Al principio no me entendía, era como si fuera una masa caliente de partes inverosímiles, pero era libre.
Después tuve figura. Pasé de “eso” o “partes” a una de “ellas” y, aunque era menos libre, descubrí la comunidad con mis hermanas. El creador nos quería mucho a todas; a pesar de provenir de la misma fuente, Él siempre nos llamó únicas, “Son lo último, una revolución” decía mientras intentaba encontrarnos un almacén.
Segunda parte: Juventud
“Les falta vida” dijo uno de ellos. El creador se enojó mucho y protestó contra la mirada tan estrecha de aquél, dio la vuelta y nos fuimos indignados a casa. Pero esta situación se repetía, “Ustedes no son visionarios, no saben nada”; después, cuando la situación se fue poniendo más dura, el creador les imploraba por que por lo menos una de nosotras se quedara.
Finalmente, Él tuvo una idea. Como no quería que algún tonto lo hiciera, decidió hacerlo él mismo. Buscó mucho, leía revistas de moda y hacía dibujos en su libreta. Terminó por hacer treinta y dos dibujos a cada uno le puso nombre y firma. A mí me llamó Clarisa.
Me cantaba canciones mientras pintaba mis labios de un rojo purpúreo, como las ciruelas, y delineaba cada cabello con dulzura. Me definí para siempre. Clarisa, complexión delgada, estatura de un metro setenta, cabello castaño y corto, labios rojos y ojos miel.
Tercera parte: Adultez
Aún recuerdo el día que me dejó en el almacén. Besó mi mejilla y se fue. Yo me sentía vacía, como si no pesara nada; regresaba a mi estado original de descomposición y, sin embargo, seguía ahí. No pude evitarlo, me quedé parada, estática viendo como se iba.
Desde entonces he tenido muchos nombres, algunos acomodadores y jefes de compras me han puesto como se les da la gana, otros me ignoraron por completo.  Pasé años mirando a la calle, a través de una vitrina, esperando a que regresara, nunca lo hizo.
El momento decisivo fue cuando cerraron el almacén. Para entonces había perdido las esperanzas y, como si nada, volví al principio. Desnuda y desorientada; desarticulada en partes inverosímiles me llevaron a un mercado de pulgas, ahí me enteré de que más de uno conocía al creador y que había muerto, al parecer era un artista famoso.
Finalmente, una coleccionista de arte y diseñadora de modas me llevó consigo, afirmaba ser gran admiradora de Él y no quería perderse una de sus últimas creaciones existentes. Cuando llegamos a su estudio en el centro, me vistió, me saludó y dijo:
 -Hola, me llamo Clarisa, tu debes ser Clarisa ¿No es cierto? Qué gusto es tenerte en casa de nuevo. Rafael, tu diseñador me habló mucho de ti. Me dijo que el parecido era increíble y ¡Vaya que lo es! Yo era así cuando tenía veinte años. Ahora ya estoy vieja, pero te conseguí por vanidad y por el bello recuerdo de un amigo.-
¿Clarisa? Pregunté pero nadie me escucho. Solté una lagrima, pero ella no la notó. No era tan especial para Él… para Rafael. Sólo era una recuerdo de alguien a quién sí amaba.
Ahora miro por la ventana como en los días que vivía en el almacén, esperando a que se deshagan de mi o a que me quiebre para siempre; recordando que siempre he sido un objeto. 

I'm a spy in the house of love a photo by G. Miguel Vélez on Flickr.

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